Add parallel Print Page Options

El que reciba en mi nombre a una persona así, a mí me recibe. Pero al que haga que uno de mis creyentes humildes pierda la fe, mejor le sería que le ataran una roca al cuello y lo arrojaran al mar. ¡Ay del mundo y sus maldades! La tentación es, ciertamente, inevitable, pero ¡ay de la persona que tienta!

Read full chapter